Derechos humanos‘Cuello de jirafa’, primer premio del concurso de relatos tantaz tanta

‘Cuello de jirafa’, primer premio del concurso de relatos tantaz tanta

El relato de Edurne Tamayo Carrillo, titulado ‘Cuello de jirafa’, ha obtenido el primer premio en el concurso de relatos breves organizado por medicusmundi Araba y Alboan gracias al apoyo del Servicio de Cooperación del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, con motivo del Día Mundial del Agua que celebramos cada 22 de marzo. A continuación os dejamos el relato.


CUELLO DE JIRAFA

Me levanto y voy directa a la ducha, hoy he quedado con mamá, así que tengo que prepararme para que me vea guapa. Ojalá hoy me recuerde. Me enjabono, doy al grifo y no sale agua, porras, se me ha olvidado que no tenemos agua hasta las doce, en que estás pensando, malditas restricciones. De pequeña me pasaba horas jugando con el agua sin prestar atención a lo que me decía mi madre, si le hubiese hecho caso. Bueno, ya está bien, me digo para cortar la conversación. Salgo del baño, cojo una botella de agua y me la echo por encima para quitarme el jabón. Los recuerdos volvieron junto con una triste sonrisa.

Cuando llego a la residencia, mi madre ya me estaba esperando en la sala. Sentada en su silla, con la miraba perdida, sin hablar. Llevaba así dos años y nadie sabía el motivo. La beso en la frente y la acaricio la cara. Cuando iba a sentarme a su lado me sorprendo del exceso de colonia.

—Esta vez se han pasado perfumándote—le digo sonriendo. Ella no sonríe, ya no lo hace. Pero entonces me di cuenta. Me levanto y me dirijo a la enfermera.

—Buenas tardes. Soy Kya, la hija de Nora.

—Dígame—me contestó mirándome y levantando la ceja al ver mi tez y mi pelo, que contrastaba mucho con la imagen de mi madre. Siempre tienen la misma reacción, pienso sin inmutarme.

—No han aseado a mi madre—le recrimino.

—Ya sabe que hay restricciones, a ella le toca los martes y como bien sabrá, el lunes y el martes no tuvimos agua—me contestó sin inmutarse.

—Lo sé, pero hoy es jueves.

—Pero no le toca—me dice, cortante, mientras se gira para irse.

—Entonces, ¿cuándo van a asear a mi madre? —pregunto yo.

—Pues el martes, si no nos cortan el agua —me replica con ironía y se va.

Vuelvo donde mi madre, trato de sonreír para que no note la rabia que me consume por dentro. Cojo la silla y la empujo hacia el ascensor para ir a su habitación, sin embargo, giro de repente

—Primero vamos a ir a comprar.

En media hora estábamos en la habitación. La levanto con cuidado y la recuesto en la cama articulada, elevando el respaldo. Saco de la bolsa las tres botellas de agua que acabamos de comprar, cojo jabón y la toalla del baño.

—Vamos allá, ya verás qué divertido va a ser, tú me lo hiciste cuando nos vimos la primera vez y ahora me toca a mí —le digo mientras mojo la toalla y le pongo jabón. Suavemente paso la toalla por sus bracitos, ahora blancos y delgaditos, las piernas, la espalda, el pecho, mientras le cuento todo lo que hice estos últimos días.

—Ahora que ya estas enjabonada, vamos a pasar otra toalla, pero esta vez solo con agua, para quitarte el jabón. —le digo mientras voy a por ella. Cuando me acerco a su cama, la miro: —Mamá, estás sonriendo, tú también te acuerdas, trompa de elefante y cuello de jirafa —le dije agarrándole la mano con lágrimas y sonriendo. Mi madre apretó mi mano y volvió a sonreír y a recordar.


Hace veinticinco años Kya aterrizó en Vitoria, su manita negra hacía que palideciese la de la azafata que la acompañaba. Cuando fui hacia ella, me reconoció y corrió a abrazarme. Ya estábamos juntas y nadie nos iba a volver a separar. Al llegar a casa me dijo que tenía sed. Fui al grifo de la cocina y lo abrí.

—Agua, sale agua del cuello de jirafa. —Me gritó mientras pasaba una y otra vez la mano debajo del grifo.

—Si Kya, es agua. Aquí nunca te va a faltar —le contesté riendo. Estuvimos durante diez minutos viéndola caer: fría, templada, caliente, esa le asustó la primera vez. Abriendo y cerrando el paso, riéndonos.

—Cierra el grifo si quieres que te enseñe algo mejor —le comenté mientras me dirigía por el pasillo.

—Espera, espérame. —Me chilló saliendo corriendo, eso sí, dejándose el grifo abierto. Entramos en el baño y me fui a la ducha y le di al mando.

—De la trompa del elefante también sale agua, pero esta va para todos los lados. —Gritó eufórica mientras se metía dentro, calándose entera y tirando de mi mano para que entrara con ella.

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